Al hablar del miedo o fobia al vuelo es común encontrar, en el relato de los pacientes, indicios de que el padecimiento o el sufrimiento aparece antes de que se concrete efectivamente el vuelo. Es decir, las personas suelen sentir miedo meses antes:
- cuando comienzan a planificar el viaje,
- cuando van a sacar el pasaje,
- en los días previos si escuchan un informe meteorológico
- frente a situaciones que nada tienen que ver con el hecho de volar
- o simplemente frente a determinados pensamientos con los que nos enganchamos y “no podemos soltar”.
La forma de expresión siempre es a través de uno o varios síntomas, que pueden ir desde la ejecución de ciertos rituales de evitación o “cábalas”, como por ejemplo rezar o tocar madera cada vez que alguien dice la palabra “avión” o síntomas emocionales como la angustia, la ansiedad, la tristeza, desazón o, a veces, enojo e ira.
Sea cual sea el síntoma, la persona a veces se siente prisionera de éstos o no puede hacer nada para evitar o controlar la aparición o ejecución de los mismos.
Hay gente que se deprime, se pone mal, se pone intolerante y hasta a veces agresiva».
La explicación de este proceso está ligado al proceso en el cual uno o varios pensamientos catastróficos aparecen y generan alguna respuesta emocional: ansiedad, enojo o angustia suelen ser las más frecuentes.
Esto exige que la persona tenga que hacer algo para controlar esa emoción pero, por ser a veces muy intenso, la persona no lo puede controlar o desengancharse del mismo.
Si se encuentra alguna conducta que “calme un poquito” (por ejemplo, verificar la meteorología del día de vuelo o tratar de ubicar el nombre de los pilotos) esa sensación de calma temporaria genera una conducta evitativa donde se cree que la ansiedad se controla, cuando en realidad es a la inversa.
¿Por qué tenemos miedo en forma «anticipada»?
La ansiedad es una emoción adaptativa y normal (que también tiene todo un mecanismo de funcionamiento fisiológico distintivo). En la facultad, un docente nos explicaba que “sin estrés y ansiedad no estaríamos vivos” y es que su función se vincula directamente con la de la supervivencia.
A fin de poder responder a las demandas o amenazas del medio la ansiedad aparece de manera anticipatoria, haciendo que la persona evalúe una potencial situación de riesgo (a futuro) y, ya sea por estrés o situaciones vitales, a veces ese mecanismo “funciona mal”, y se dispara mucho antes y frente a pensamientos o situaciones que no tienen nada que ver con el estímulo que tememos, lo cual también se refuerza por el desconocimiento o la incertidumbre (léase como el archienemigo o karma del ansioso).
A no desesperar, usted no está loco ni debe sentirse culpable por este proceso.Aceptar que no lo controlamos es parte de aprender a manejarlo y, por otro lado, no podemos hacernos cargo o responsables por algo de lo que no tenemos control.
Tampoco es nada grave, suele ser algo trabajable en el consultorio y mediante la terapia adecuada, si bien a veces demanda tiempo y paciencia.
En otros casos, la información adecuada y pertinente ayudan mucho al control de este proceso. Al igual que saber qué esperar o entender que ciertos procesos son normales y no lesivos.
Al igual que recibir información sobre el estímulo temido, si bien nos genera algo de temor y ansiedad, nos ayuda saber que los aviones siguen siendo el medio de transporte más seguro y eficiente.