Marcia Gallardo, de 35 años, es tripulante de cabina de pasajeros de Norwegian. Nosotros que la conocemos podemos recitar sin repetir y sin soplar decenas de elogios sobre ella: amable, cariñosa, comprometida, servicial… Pero desde que voló por primera vez en Norwegian, en Noviembre de 2018, seguramente algunos desconocidos también se sumaron al club de admiradores de Marcia. Es que ella, si ve que algún pasajero se agarra fuerte al apoyabrazos, se tapa la cara o hace algún gesto extraño (que ella sabe reconocer) enseguida se acerca y le pregunta si necesita algo. Hasta el momento, escuchamos varias historias en donde Marcia intervino exitosamente. Por ejemplo, la de una pareja de novios que volaba a Iguazú. Él estaba muy asustado y su novia no sabía cómo ayudarlo. Hasta que Marcia se acercó, le empezó a hablar, a explicar que no tenía que sentirse mal por tener miedo, le contó que ella había hecho un taller para tripulantes para poder ayudar a pasajeros con miedo al vuelo, y de a poco el pasajero empezó a estar cada vez más relajado después de que Marcia le sugiriera hacer un ejercicio de respiración profunda, como el que hacemos en el curso, y también que se pusiera los auriculares y escuchara música para distraerse.
Sin dudas, es una apasionada por la aviación, como muchos de los tripulantes de cabina que fuimos conociendo durante estos años y otros que, por supuesto, no conocemos. Ella puede recordar con exactitud cuándo fue su primer vuelo como TCP (el 20 de noviembre de 2018), cuándo fue la primera entrevista que tuvo con Norwegian (el 6 de julio de 2018) e incluso, se acuerda cuándo se había postulado por primera vez (en agosto de 2017).
Más de un año pasó entre que envió su currículum hasta que subió al avión por primera vez con su uniforme de azafata. Ella igual decidió continuar formándose, para el día que comenzara a volar. Fue así que en febrero de 2018, la conocimos. Vino directo desde el aeropuerto, después de un viaje a Nueva York, al curso para superar el miedo a volar. Era la única que no tenía miedo, ella quería aprender para poder ayudar si en alguno de sus vuelos viajaba un pasajero aerofóbico. Más tarde, vino al Taller para TCP.
El amor de Marcia con los aviones empezó de chiquita. “Íbamos con mis papás a Aeroparque a hacer picnic. Nos quedábamos viendo los aviones despegar y aterrizar”.
Si bien no hay nadie de su familia que haya trabajado en aeronáutica, Marcia descubrió de grande que su papá había querido ser piloto pero no pudo porque era daltónico. También, se enteró que a su abuelo materno, que vivía cerca de Ezeiza, le encantaban los aviones. “Mi abuelo era muy pobre pero en la casa de al lado vivía un piloto que cada dos por tres les regalaba maquetas de aviones a sus hijos. Mi abuelo, en cambio, se armaba sus propios aviones con madera balsa que encontraba en la basura”, recordó.
Fue en 2016 cuando tomó la decisión de estudiar para ser tripulante. “Yo soy diseñadora gráfica y desarrolladora web, toda mi vida estudié cosas relacionadas con el diseño. Siempre me había gustado el tema de volar pero sentía que no cumplía con el estereotipo de lo que es la mal-llamada azafata”.
En el año que lleva volando, Marcia logró ayudar a decenas de pasajeros con miedo. Ésta es la experiencia más reciente: “La semana pasada tuvimos una pasajera que estaba aterrada en un vuelo a Iguazú. Su esposo le decía que no tome otra pastilla. Fue ahí que me acerqué y le pregunté si estaba bien, si le pasaba algo. Habiendo hecho los dos cursos, me animé a preguntarle si tenía música en su celular. Fue ahí que la pasajera le contó que volaba con frecuencia pero que siempre la pasaba mal.

“Aproveché y también le sugerí que intentara realizar algún ejercicio de respiración profunda o que escuchara música en el despegue y le expliqué algunas cuestiones del vuelo que son normales. Me parece importante que los pasajeros sepan que no tiene nada de malo sentir miedo y que, para nosotros, es fundamental que nos lo digan, así podemos ayudarlos”, explicó Marcia, que ahora está estudiando lenguaje de señas para poder asistir a pasajeros hipoacúsicos».