Carolina Entín, de 45 años, viajó hace poco más de un mes a Calafate con su hija. Hacía tiempo que tenía ganas de hacer un viaje. Había pasado 19 años sin subirse a un avión.
En 2018 con unas amigas había planeado irse a Brasil. “Pero pensé que me estaba metiendo en camisa de once varas, mejor ir despacio y hacer primero el curso para superar el miedo a volar”, dijo en esa oportunidad.
Hizo el curso, aclaró muchas de sus dudas y después, al escuchar que existía la posibilidad de hacer un vuelo de bautismo, junto con otras personas que hicieron también el curso, decidió esperar y viajar en grupo.

“Mi problema principal es la claustrofobia”, explicó.
Sin embargo, en el vuelo que hicimos de Buenos Aires a Córdoba, en agosto de 2018, pudo disfrutar y reírse (como se ve en la foto).

Para Carolina, volver a volar y dejar el miedo atrás son señales de una nueva etapa. “Siento que se me abre una etapa de mayor libertad. Vencer un miedo abre puertas”, reflexionó.
En enero, su hija cumplió 14 años y viajaron juntas a Calafate para cumplir su sueño de conocer el glaciar. “La verdad que no lo puedo creer”, nos escribió apenas sacó los pasajes. Reservó los asientos, averiguó por el equipaje permitido y después, simplemente esperó a que llegue el día del viaje.
“Un año atrás esto hubiera sido impensable. Estoy muy conmovida”, texteó ese día, antes del despegue. Al aterrizar, nos mandó fotos. “El viaje fue súper tranquilo, cero turbulencia y muy estable, un lujo siendo que fuimos al sur y suele haber mucho viento”, relató. Y agregó que miró por la ventanilla y que recordó muchas cosas que aprendió en el curso. Sobre todo lo referido a los “ruidos normales” del avión.
El próximo destino posiblemente sea Cataratas y después, Londres y París. Quién sabe, ahora Carolina sabe que ella también puede volar. Y soñar.
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