Lo malo de cuando tenés un vuelo muy tranquilo, como el que tuve a la ida, es que empezás a imaginar que así van a ser el resto de los vuelos. Y eso es algo que sabemos es imposible por una cuestión básica de la naturaleza.
Ya desde la mañana hice lo que no hay que hacer: mirar el pronóstico. En realidad mi idea era saber si ponerme algo abrigado o quedarme con lo que tenía puesto, pero al ver que había un 60% de posibilidades de que hubiera tormenta eléctrica ya me cambió el humor. No como antes, que empezaba a dejar mensajes a mis hijos del tipo “vos sabés que te quiero mucho, ¿no?” Entonces, preparé mi “set” de vuelo «difícil»: me descargué otro stand up en inglés (para tener que concentrarme más para entenderlo), me descargué un diálogo de una película que me encanta (al final develaré cuál es), puse el cargador del celular en mi mochila y cargué la batería externa; también le avisé a Santiago, que nos buscaría en el aeropuerto, que fuera siguiendo el vuelo porque existía la posibilidad de que lo cancelaran o que llegara demorado.
El atardecer en Trelew estaba lindísimo y el avión, que salió 30 minutos más tarde, despegó y de a poco empezó a cruzar las nubes. Elegí el asiento 17 E. Sí, ahora soy “team ventana” para poder sacar fotos y filmar. Antes siempre prefería pasillo, para poder levantarme sin molestar a nadie (y hablar con los TCP, obviamente).
El piloto, el comandante Facundo Castillo, explicó dos veces por qué el vuelo estaba demorado: en Buenos Aires había meteorología adversa (en idioma “aerofóbico” sería algo así como “hay una flor de tormenta”).
A la ida el vuelo había durado 1 hora 40 minutos, pero a la vuelta duró 2 horas. Durante todo este tiempo, no apareció en ningún momento un tripulante de cabina. Este es un tip que siempre damos: “para saber que está todo bien, mirá la cara de los tcp cuando pasan por el pasillo”. Y aquí la versión 2 de este tip: “Lo ideal es mirar a los tcp pero podría pasar que no los puedas mirar porque sencillamente van a quedarse en sus asientos debido a que va a haber turbulencias”.
Yo iba siguiendo el vuelo en Flight Radar (que como trabaja por satélite, funciona igual si el teléfono está en modo avión) y cuando estábamos ya por Saladillo el piloto anunció: “Tripulación, iniciando el descenso” (no sé si fueron éstas las palabras exactas).
Desde ese momento, el avión empezó a moverse en forma horizontal y vertical. Como una coctelera, digamos. O como el samba. No se veía tormenta eléctrica a lo lejos pero sí al pasar una capa de nubes se sintió una lluvia intensa y hasta diría que parecía que había granizo. ¿En qué pensaba? No voy a mentirte: me agarré fuerte del apoyabrazos, Gustavo (mi esposo) me agarró la mano y le dije: “¡Qué garrón! ¿Cómo vamos a aterrizar así? Es imposible”.
Y aquí algo que aprendí en todo este tiempo: no necesitamos “saber” cómo va a hacer el piloto para aterrizar, lo que necesitamos es “confiar” en que está entrenado para hacerlo. Y lo estuvo: ya en los últimos metros, el avión aumentó la potencia y aterrizó en Aeroparque.
Los aplausos fueron más fuertes que de costumbre (cuando hay aplausos). Algunos incluso gritaron “¡bravo!”. Yo me dediqué a filmar para poder compartirlo, pero hubiera gritado “bravo” también.
Para incluir mi crónica con “la otra cara” de la historia, le pedí al comandante de 737 Diego Procichiani que me explicara por qué hubo tanta turbulencia”. Esto es lo que me explicó con mucha gentileza, como siempre: “La actividad metereológica se encontraba sobre la provincia de Buenos Aires ya desde horas de la mañana. Por eso, al venir el vuelo desde Trelew volando en una masa de aire que tiene características propias, como temperatura, presión, intensidad, dirección del viento, y encontrarse con la masa tormentosa sobre la zona de Buenos Aires, pueden resultar ese tipo de turbulencias. Es importante tener en cuenta que esto lo vemos todo en el radar, pero en forma magnificada”.
Es inevitable preguntarse entonces, ¿pero esto es muy frecuente? “La frecuencia e intensidad depende mucho de la época del año. En verano, con días de hasta 36/37 grados, ocurre que el calentamiento se suma a la humedad, que genera nubes y luego todo esto descargue en forma de lluvias y tormentas”, comentó Diego Procicchiani, que en sus cuentas de Instagram y Twitter comparte todo el tiempo fotos desde el avión (@DiegoProci).
A punto de subir al Simulador de Vuelo de Boeing 737-700 de Aerolíneas Argentinas para realizar mi entrenamiento semestral….#EZE #ElPlacerDeHacerLoQueAmas pic.twitter.com/UMeBE1OFjW
— Diego (@diegoproci) February 18, 2020
Y ahora sí, ¿cuál fue el speech que me descargué para distraerme en el aeropuerto y también en el vuelo? El diálogo de Liam Nelson en Búsqueda implacable (Taken, su nombre en inglés). “I don´t know who you are. I don´t know what you want. If you are looking for ransom, I can tell you I dont have Money. But what I do have are a particular set of skills. Skills I acquired over a long career. Skills that make me a night mare for people like you. If you let my daughter go now, I´ll not look for you, I´ll not pursue you. But if you dont, I ´ll look for you. I´ll find you and I´ll kill you”. (Versión en español: «No sé quién eres, no sé qué quieres. Si estás buscando una recompensa, puedo decirte que no tengo plata. Pero lo que sí tengo es un particular conjunto de habilidades. Habilidades que adquirí a lo largo de una larga carrera. Habilidades que me convierten en una pesadilla para la gente como tú. Si dejas ir a mi hija, no te buscaré, no me vengaré. Pero si no, te buscaré, te encontraré y te mataré», igualmente, sólo se entiende este diálogo si ves la película.)
Amo estas palabras porque es lo que quisiera ser: en las situaciones críticas, tener la mente fría para poder tomar las mejores decisiones o si no puedo tomar ninguna decisión, como en el caso de tener una turbulencia moderada, poder pensar en frío y recordar que la turbulencia es molesta pero no peligrosa.
Muy buena la crónica. Nunca viví esa situación dentro de un área de tormenta, pero sí sentí un poco de miedo y ansiedad en los minutos previos a un aterrizaje en Bariloche hace alrededor de un mes. El día estaba hermoso, sin ninguna nube, pero cuando empezó a bajar, el avión se empezó a agitar bastante y a hacer un par de cambios de altitud un tanto bruscos.
A pesar de esas sensaciones inquietantes, en el fondo siempre pensaba: «el piloto es un experto, tiene el control de la situación, todo va a estar bien». Y al tocar tierra fui la persona más feliz del mundo.
Felicidad x 2: porque lo logramos y porque confirmamos que teníamos razón, los pilotos saben hacer su trabajo. Saludos y gracias por el comentario