Verónica Boned viaja mucho. Y cuando digo mucho es: por trabajo, tiene que viajar casi una vez por mes. Además, es creadora del blog SinMapa, donde comparte un montón de tips muy útiles. Actualmente vive en Madrid. También vivió en Londres, 5 años.
Pero eso no significa que no haya postergado algún plan debido a que incluía subirse a un avión. Incluso, hace unos años, tuvo un ataque de pánico volviendo de Londres a Madrid. Pero una tripulante de cabina de Ryanair que la vio, la ayudó, le llevó un vaso de agua y la contuvo de un modo que Vero jamás va a olvidar.
Lee la crónica de esta experiencia: “El día que una azafata de Ryanair me abrazó”.
Su “top 3” de momentos más temidos son: el momento en que se cierran las puertas, el despegue y el aterrizaje. Y si demoran en abrir la puerta y la gente empieza a amontonarse, también. Le da claustrofobia.
“Elijo mis destinos de vacaciones intentando evitar los vuelos. De hecho, no volví antes a la Argentina -entre otras cosas- porque me daba vértigo encerrarme en un avión tantas horas”, relató.
En agosto, viajó a Argentina desde Madrid, por la compañía Level.
Ya unos días antes, empezó a tener un montón de sensaciones. “Implicaba mucho más que volar. Era volver a mi país después de 7 años de haberme ido. Igual, gran parte de los nervios que sentía se debían a la idea de estar 13 horas volando”, comentó Vero.
Como en sus viajes anteriores, al subir al avión, saludó a la tripulante de cabina que la recibió y le dijo que tenía miedo a volar. “Además, siempre busco entre los compañeros de fila alguien que tenga cara de comprender y empatizar y le advierto que puede que haga una pequeña escena de pánico, especialmente cuando cierran las puertas y en el despegue”, nos contó con mucho humor.
A pesar de lo que esperaba, estuvo bastante relajada en el vuelo. Se puso a conversar con su compañera de asiento.
En cuanto al despegue, que es uno de los momentos que más ansiedad le generan, lo resume con mucha sabiduría: “Depende mucho de mi estado de ánimo, del viaje. A veces el despegue es una tortura; otras veces no lo es”.
Entre las cosas que hizo para entretenerse durante las 13 horas de vuelo: ordenó las fotos de su celular y eliminó las fotos antiguas; editó videos, leyó y vio series.
Para el regreso, un día antes apareció el pensamiento “Otra vez tengo que volar”.
Aún así, tiene planeado otro viaje. Y también tiene el sueño de conocer nuevos destinos, como Uganda. De esta manera, seguramente seguirá sumando nuevos lugares a su universo donde no hay mapas pero sí desafíos.
Podés encontrar los tips de Vero, en su blog SinMapa.