Hace dos años me propuse compartir en este espacio todo lo que voy descubriendo sobre el miedo a volar que considero que a mí me ayudó. O mejor dicho, que me ayuda, ya que todavía no puedo decir que lo superé. Quizá nunca lo supere del todo, pero habiendo pasado tantos años sin volar, mirando los viajes y las oportunidades desde la vereda de enfrente, no me preocupa demasiado pagar «peaje» de vez en cuando y sentir que el corazón me galopa más fuerte que a otras personas cuando el avión despega por ejemplo.
Pero me parece que también es justo compartir lo que no me ayuda o ayudó. Por ejemplo lo que me pasó ayer: mi hijo Tomás se iba de viaje. Sí, en avión. Sí, un viaje largo de unas cuantas horas. Sí, con el colegio y sin ninguno de nosotros.
Me la paso leyendo estadísticas de aviacion y realmente ahora puedo poner las manos en el fuego cuando escribo que es el medio de transporte más seguro. Pero ayer se trataba de mi hijo, Tomás, que hace dos años tuvo un accidente muy grave que me cambió para siempre y todo lo que sé se esfumó… Viajaba en Aerolíneas, que me consta que invierte en seguridad y que tiene tripulaciones muy profesionales. Pero así y todo me obsesioné con conseguir los nombres de los pilotos, como si con eso fuera a recuperar la tranquilidad que había perdido apenas me levanté.
En menos de una hora ya tenía el nombre completo del copiloto y el apellido del piloto. No les iba a escribir ni los iba a llamar pero tener los nombres, en ese momento, era muy importante para mí. Mónica, que es parte del equipo de Miedo a los Aviones, me preguntó si eso me ayudaba en algo y le dije que era una pregunta difícil de responder.
Sé que los pilotos tienen que ir al simulador cada seis meses, que se hacen controles de rutina. También estoy informada sobre los procedimientos pre-vuelos y a esta altura ya sé que si las condiciones no están dadas, los aviones no salen. Pero ayer, que viajaba mi hijo, deposité mi ansiedad en los nombres de los pilotos. Podría haber sido el pronóstico metereológico también, como lo hice hace unos años cuando viajaba a Uruguay, justo el día del ciclón.
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Pero, ¿qué hubiera pasado si no hubiera podido averiguar los nombres? ¿Qué hubiera hecho si justo el piloto se hubiera llamado como aquel jefe que tuve hace muchos años que me hacía tener pesadillas por lo mal que me trataba? No creo en el pensamiento mágico pero tal vez me hubiera puesto peor porque me podría haber traído malos recuerdos…
Le conté todo esto a Nicolás Machín, el psicólogo aeronáutico que dicta el curso y a quien admiro por ser una de las personas que más se interesa por la aerofobia. Me dejó 3 audios que por supuesto me hicieron emocionar. No porque me dijo cosas fuertes sino porque hace tan bien cuando alguien nos entiende a los que tenemos miedo. Así que comparto -con su autorización- la explicación que me dio porque estoy segura que si me ayudó a mí, seguro puede ayudar a otro.
«Hay veces que vos sentís que teniendo más información te quedás más tranquila pero estás reforzando tu ansiedad. Esto de saber los nombres del piloto, copiloto, a veces puede jugar en contra. Seguramente hubo algo que activó la cadena de pensamientos. Es normal y nos puede pasar a todos. Lo importante es aprender a no actuar ahí, porque uno refuerza la ansiedad».
¿Qué voy a intentar hacer la próxima vez que yo o alguien de mi familia esté por viajar en avión y una idea me obsesione? Nada. Al menos eso es lo que espero.
N. de la R.: Mi hijo tuvo un vuelo excelente. Llegó unos minutos antes de lo previsto. Eso sí, no me enteré por él, que todavía no me escribió…Si no por una madre que los acompañó.
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