Hoy, antes de la medianoche, habrá 3200 personas que no dormirán en su cama. De hecho, ya no volverán a sus casas nunca más. Son las personas que fallecen cada día en accidentes de tránsito en todo el mundo, que se cobra 1.190.000 muertes por año, según la Organización Panamericana de la Salud (PAHO).
Sin embargo, es casi seguro que no hayas buscado en las noticias la causa de alguna de estas miles de muertes, que no hayas querido saber si se trató de un problema técnico o de una falla humana.
En cambio, es posible que cada vez que leas o escuches que le pasó algo a un avión sientas la necesidad de saber todo: qué ocurrió, por qué, qué avión era, si los pilotos tenían muchas horas de vuelo. Y no sólo eso: sino que además la noticia te deje en estado de alerta por varios días y hasta se te cruce por la cabeza cancelar tu vuelo, si estás por viajar.
En 2023, un excelente año para la seguridad operacional, solo se registró un único accidente mortal de un avión turbohélice, con 72 víctimas mortales. En total hubo 37 millones de movimientos de aviones, es decir, un 17% más que en 2022, según un comunicado que publicó IATA en Febrero de 2024.
La estimación es de 1 accidente por cada 1,26 millones de vuelo, la tasa más baja de la década, equivalente a 0,03 el riesgo de accidente. Según estas cifras, una persona tendría que viajar 103.239 años para sufrir un accidente mortal.
Volviendo a las cifras de accidentes viales, casi la mitad (49%) de las personas que mueren en las vías de tránsito del mundo son peatones, ciclistas y motociclistas.
En otras palabras, dejar de subirse a un auto no sería la solución ya que algunas víctimas simplemente estaban cruzando la calle o andando en bicicleta.
¿Por qué nuestra mente se enfoca en los accidentes y no en estas cifras reveladoras?
Los accidentes nos ponen en estado de alerta y esto estimula nuestro cerebro, más específicamente nuestro sistema límbico.
En el artículo «¿Entiendes por qué catastrofizas?», de Harvard Business Review, el autor explica que el tálamo, un área dentro del sistema límbico de nuestro cerebro, se ocupará de llegar a alguna conclusión sobre lo que sucede o sucedió. Luego, la información pasará a la amígdala y al lóbulo frontal del cerebro.
La amígdala es comparable con un detector de humo: su función es detectar permanentemente 24/7 si lo que ocurre a nuestro alrededor es relevante para nuestra supervivencia y bienestar. Todo el tiempo está trabajando automáticamente detectando una posible catástrofe.
Si la amígdala detecta que hay un riesgo potencial, le enviará un mensaje al cerebro que disparará cortisol, hormona del stress, para prepararse para una respuesta. Todo esto ocurre en el cuerpo antes que podamos pensar algo racionalmente sobre lo ocurrido.
Luego de evaluar si esto significa un riesgo para nosotros, nuestra mente resolverá si hay algo que «tenemos» que hacer. Es el momento «fight or flight», de luchar o escapar para sobrevivir.
Podríamos pensar que «evitar» subirse a un avión es la respuesta de escape, para sobrevivir. Pero al no haber riesgo, de lo único que nos vamos a estar escapando es de nuestras emociones. Eso en teoría, porque si alguna vez cancelaste un viaje porque incluía tomarse un avión o si postergaste la decisión de volar ya habrás comprobado que podrías sentir alivio al cancelar el vuelo, pero después aparecerán otras emociones, como la frustración, la tristeza, la angustia de sentir que no pudiste lograrlo.
También, cuando hay un accidente, tenemos la sensación de poner a prueba nuestros recursos. Así es que aparecen algunas reflexiones como: «si yo hubiera estado en esa situación, ¿hubiera sobrevivido?» Si la respuesta fuera sí, «¿hubiera tolerado la angustia, el dolor, el miedo?» «¿Tendría la fortaleza para recuperarme?»
Sorprendentemente, hasta no estar en una situación límite nunca sabremos cuál sería nuestra reacción.
Quienes tienen tendencia a una interpretación negativa de los hechos tienen más posibilidades de quedarse detenidos en el tiempo luego de una tragedia (que no los involucra, por supuesto).
Sin embargo, según la Asociación de Psicología Americana «uno aprende más de las experiencias negativas que de las positivas». Por lo que podríamos aprender algo nuevo que nos sume más recursos para enfrentar el miedo a volar. Un ejemplo es comprender la importancia del cinturón de seguridad, luego de algún incidente en un vuelo en el que los pasajeros que no estaban atados sufrieron heridas.
«Es común que las personas con grandes necesidades de control, a menudo con tendencias perfeccionistas, sean de catastrofizar», explica la autora Sharon Melnick, PhD, psicóloga. «Es importante captar el pensamiento catastrófico en las primeras etapas de la espiral descendente, cuando lo notamos por primera vez, antes de que se active todo un conjunto de asociaciones que nos convenzan de su realidad».
Pero, ¿qué hacer para desconectarnos de las noticias y dejar de pensar en catástrofes?
En principio, podríamos preguntarnos antes de leer noticias o ver imágenes: ¿para qué lo estoy haciendo? ¿Puedo colaborar con algunas de las personas que estaban en ese lugar?
No tenemos el poder de hacer algo para evitar eso que ya sucedió, pero sí tenemos el control de hacer algo para cuidar nuestra salud mental. Por ejemplo, limitar el tiempo de exposición a las noticias o redes sociales. Otras alternativas: hacer ejercicio, meditación, relajación, yoga.
El 80% de las sensaciones que procesamos pasan del cuerpo hacia nuestro cerebro; no al revés. Por eso es tan importante, si estamos rumiando con alguna idea catastrófica, hacer algo con nuestro cuerpo: ejercicio físico o de respiración, caminar, bailar, moverse, elongar, andar en bicicleta.
La mayoría de las veces intentamos lidiar con ideas catastróficas intentando cambiar nuestra mente. Pero está demostrado que todos los sentidos nos aportan una perspectiva más equilibrada, lo que permite que nuestro sistema parasimpático nos calme, provocando caídas rápidas en los niveles de la hormona del estrés, el cortisol. Cuando nuestro cerebro empieza a identificar nuestras emociones con precisión, segrega neurotransmitores que calman nuestra amígdala.
La próxima vez que te encuentres con una noticia triste y que empieces a sentir una necesidad de saber más y más de lo que ocurrió, intenta recordar lo que está pasando en tu cerebro en ese momento. Así tu cuerpo podrá volver a la rutina y, curiosamente, tu mente también.
PD: Si llegaste hasta el final y pensás: «Es fácil decirlo, pero no puedo controlarlo», te aseguro que estuve en ese lugar. Incluso cuando comencé con este blog, tuve en algunos momentos una necesidad profunda de conocer causas, de saber detalles, aún cuando no se conocía ningún informe sobre el 737-Max. Hasta que después de ver las decisiones que se toman después de cada accidente me di cuenta que volar es seguro y la única perjudicada en esa búsqueda fui yo y que en ese tiempo podía hacer algo que fuera valioso, que sirviera para algo.
*Estos datos fueron extraídos del informe de la OMS / 2023
Artículos consultados:
https://hbr.org/2023/10/do-you-understand-why-you-catastrophize
https://www.paho.org/es/temas/seguridad-vial
https://www.nbcnews.com/better/health/science-behind-why-we-can-t-look-away-disasters-ncna804966