Muchas personas con temor a volar suelen referir que el miedo o los síntomas de ansiedad aparecen con mayor intensidad durante los primeros momentos del vuelo, particularmente durante el despegue. Esto se debe a que nuestro cuerpo se ve afectado por distintos elementos durante el vuelo.
La rama científica que se encarga de investigar al respecto se conoce como Medicina Aeroespacial.
En el vuelo, nuestro cuerpo está sometido al efecto de distintos fenómenos: la presión, la humedad, las aceleraciones y los movimientos son distintos al estar en tierra.
El avión aprovecha su comportamiento en el aire. Al adquirir velocidad, el aire se comporta como un sostén para el avión. Si bien el avión es muy eficiente al volar, nuestro cuerpo no lo es tanto ya que no nació diseñado para volar, esto se traduce en sensaciones un tanto displacenteras y hasta incómodas, pero no dañinas, riesgosas o inseguras para el vuelo comercial.
El desafío es entender que, aunque sentir miedo sea real, creer o sentir que estamos en peligro no lo es.
Al sentir miedo, estas sensaciones suelen imaginariamente interpretarse de manera catastrófica, lo que suele aumentar la sensación de ansiedad del pasajero.
Ante esto lo mejor es relajarse, ni las sensaciones incómodas sobre el cuerpo o los pensamientos alarmamtes significan que vaya a ocurrir una catástrofe. El vuelo comercial sigue siendo lo más seguro que hay, cada días más.
Dos ejemplos sobre esto suelen ser lo que sucede con la humedad y la presión en cabina. La humedad en cabina es inferior en relación al ambiente exterior (cerca del 15%), lo cual genera algunas sensaciones displacenteras en el cuerpo como sequedad en ojos, garganta y piel.
Una buena alternativa para afrontar estas molestias es tratar de ingerir medio litro de agua cada seis horas. Sugerimos llevar una botella vacía que luego pueden solicitar a las TCPs que la llenen (y no genera problemas en los controles de seguridad siempre que esté vacía).
Con respecto a la presión, la cabina se presuriza gradualmente al ascender y despresuriza al descender. Esto genera que los gases que tenemos en nuestro cuerpo hagan algo similar, comprimiéndose y expandiéndose. Lo que puede llegar a generar algunas molestias o malestares gastrointestinales. Una buena medida para evitarlo es tratar de no tomar líquidos con gas previo al vuelo o a bordo y tener una dieta sana y liviana los días previos al vuelo.
Como complemento, cabe mencionar qué sucede con los casos de personas que padecen síntomas de alguna patología asociada al movimiento, como patologías vestibulares o Cinetosis. En estos casos, al moverse el avión la persona puede marearse o incluso tener vómitos por un conflicto entre los canales semicirculares y la información captada a nivel visual. Allí la sugerencia será consultar con un médico y realizar tratamiento vestibular o medicamentoso ya que el miedo o la fobia al vuelo puede ser secundaria o derivada por los síntomas fisiológicos.
Relájese, estar incómodo no es lo mismo que estar en riesgo, ya el cuerpo se habituará al movimiento con el tiempo. También sepa que hacer ejercicio físico con frecuencia y previo al vuelo no solo ayuda a nuestro bienestar general sino que ayuda a poder lidiar mejor con estos movimientos, al igual que tener una dieta adecuada en los días previos e intentar dormir bien.