Algunas personas sueñan simplemente con subirse a un avión y animarse a volar. Pero Gabriela González tenía un sueño mucho más concreto: viajar junto con su esposo a Europa para festejar los 25 años de casados.
Podía haber dicho “no” y quedarse con las ganas. Como hacemos o hicimos muchos, varias veces en la vida. Pero Gabriela se propuso enfrentar el miedo. Hizo el curso, releyó todo el material varias veces y practicó muchos de los ejercicios y tips. Aún así, los días previos fueron de mucha ansiedad y nervios. “El día anterior al vuelo, me dediqué a estar muy tranquila, no dejé nada para último momento, escuché todo el día música relajante y trataba de tener la mente en blanco, eliminar pensamientos negativos, descansar bien. Pude dormir esa noche sin pensar en nada, eso me ayudó mucho. De hecho pedí el día libre en el trabajo para poder tomarme ese tiempo para mí”, relató.
Al embarcar, en cada uno de los 6 vuelos que tomó siguió la misma rutina: les mostraba a los tripulantes el pin y les contaba que había hecho un curso para superar el miedo. “Las tripulaciones de los distintos vuelos se mostraron muy comprensivas y en varias oportunidades durante el vuelo se acercaron y me preguntaron cómo estaba. También me contaron si iba a haber turbulencias y me recomendaron que no me asustara, que eso era habitual. La verdad fueron magníficas todas las tripulaciones conmigo, de todos los vuelos”, reflexionó.
El peor miedo
Así como hay personas que temen que el avión atraviese una tormenta o tenga un accidente, a Gabriela le preocupaba hacer el ridículo. “Por sobre todas las cosas, no quería parecer una ridícula fuera de sí, así que me controlé mucho para que eso no sucediera”, relató.
Tal vez por eso, durante el despegue, recuerda que se emocionó mucho. “El despegue fue normal para cualquier persona, pero yo estaba aterrorizada, a pesar de todo lo que había trabajado mentalmente para ese momento. Ese estruendoso sonido de los motores, más la sensación de no estar en contacto con el suelo fue tremendo. Una lagrimita se me cayó, pero creo que fue porque lo estaba logrando. Estaba empezando a ganar esa batalla”.
En el vuelo de Roma a París, Gabriela se levantó para ir al baño y mientras esperaba que se desocupe, conversó con dos de las tripulantes. Les contó de su miedo y aprovechó para expresarles la enorme admiración que siente por su trabajo, algo inimaginable para ella. Entonces una de las azafatas le contestó: “Nosotras te admiramos a vos que estás acá en este vuelo con nosotras enfrentando el miedo. Esas palabras no me las olvido más”.