Hace exactamente una semana, el 17 de octubre, los asistentes al curso “Cómo superar el miedo a volar”, los psicólogos que dictaron el curso y parte del equipo de Miedo a los Aviones viajamos en un “vuelo de bautismo” a Salta, invitados por LATAM.
La experiencia, que incluyó paseos por la ciudad, cabalgata y almuerzo en una finca (la finca Lesser) fue reveladora ya que nos demostró, entre otras cosas, cómo el apoyo y la contención son determinantes a la hora de enfrentar nuestros miedos.

Según el Lic. Modesto Alonso, uno de los dos psicólogos que dictó el curso, que además es piloto privado: “Los resultados de la experiencia tienen que ver con la adecuada integración y coordinación de varios equipos en uno: el coordinador, el de los terapeutas y el de los asistentes. Cada uno puso lo suyo y bien. También fue valioso el aporte de la empresa aérea (LATAM) con su protocolo facilitador y reforzador de confianza. Claramente coordinado y comunicado. Fue muy importante la actitud de pilotos y tripulantes de cabina de pasajeros».
Por su parte, el Lic. Nicolás Machín, que también dictó el curso y viajó junto al grupo, explicó el efecto del vuelo grupal: «Una de las mejores formas de afrontar el miedo al vuelo resulta de utilizar una dinámica de grupo con un vuelo de exposición. El grupo, bien llevado, opera a forma de modelado. Es decir, motiva a sus integrantes de manera intrínseca, al compartir una identificación con un miedo en particular y, de alguna manera, replicando o copiando las conductas o actitudes positivas de los compañeros al acercarse al estímulo fóbico. Este mecanismo funciona de manera observacional, es decir, ver a los compañeros implementar las herramientas de manejo de la ansiedad, subirse a un avión o solo escuchar los relatos de sus pares siendo “positivos” condiciona la conducta del pasajero, ayudándolo a afrontar sus propios síntomas. De la misma manera, mucha gente comparte también el miedo de “transferir sus propios miedos” a los demás integrantes del grupo, es decir, hacer un modelado “negativo” hacia los demás, pero, a decir verdad, este estimulo también funciona de manera protectora y favoreciendo el modelado. Haciendo que muchos de ellos tiendan a replicar mayormente conductas positivas para el objetivo común de volar de un modo más placentero que aquellas conductas más temerosas, que en general son aquellas que el sujeto busca alejarse al generarle tanto displacer».

Además del apoyo por parte de los terapeutas y de los tripulantes, viajar en grupo hizo posible acompañarnos y alentarnos entre todos: “La participación del grupo permitió a los asistentes reforzarse mutuamente en la confianza por las identificaciones de unos con otros, que los llevó a sentirse comprendidos por sus iguales e influir en el dar y recibir ánimo positivo ante los temores, racionalmente entendidos como no realistas, pero afectivamente sentidos como amenazantes”, explicó el Lic. Alonso.
El momento más temido: la turbulencia
El apoyo entre todos tuvo su pico más alto durante el viaje de ida, en un momento de turbulencias que se sintió fuerte, aunque duró unos tres minutos. Fue inevitable mirarnos entre todo, cada uno desde su asiento. Para los psicólogos, que hubiera turbulencia fue positivo –aunque por supuesto todos deseamos un vuelo con 0% de turbulencia. “De esta manera, se pusieron más a prueba los recursos del grupo que si el vuelo hubiera sido tranquilo, y eso les permitió ganar confianza. Pudieron. El fantasma no era tan poderoso”, añadió el Lic. Modesto Alonso.
Así vivieron algunos de los participantes este “vuelo de bautismo”:
Cecilia: “La pasé mal durante unos pocos minutos, pero una vez que pasamos el frente de nubes ya estuvo todo bien. Disfruté de este vuelo mucho más que en otros anteriores. La tripulación nos atendió excelente, todos tuvieron una súper buena onda en todo momento. Se portaron re bien, vinieron a tranquilizarnos, en especial después de las turbulencias. Después de este viaje ya me animo a viajar sola con menos miedo”.
Manuela: “La parte del despegue es la que más me molesta, pero en ese momento tomé agua, cerré los ojos y respiré hondo. Traté de concientizarme en derivar el pensamiento a algo lindo, de no pensar en lo que me da miedo. La tripulación nos cuidó siempre. Por eso lo bueno es avisar si tenemos miedo, para que ellos estén atentos”.
Florencia: “En este vuelo estuve mucho más tranquila que otras veces. Unos días antes ya me empezaba a poner nerviosa pero esta vez no me pasó. Lo que hice fue pensar en el objetivo de pasar un lindo día en Salta y por eso fue mucho más placentero el viaje. Durante el despegue, las turbulencias y el aterrizaje me puse un poco nerviosa pero Nico (Machín) iba al lado mío y me fue ayudando, indicándome que hiciera las respiraciones para aflojarme. Este método me ayudó a tratar de que mi mente no le hiciera caso a los pensamientos negativos. Cuando pasaron las turbulencias pude disfrutar, por eso si fueran siempre así los vuelos viajaría todo el tiempo. La tripulación fue muy amable con nosotros, fueron todos unos divinos”.

Américo: “Durante este vuelo, miedo no tuve. Me sirvió mucho hacer los ejercicios de respiración y también que se pusieran a charlar conmigo. Eso me distrajo mucho y me olvidé de que estaba en un avión. Al principio, en un momento, me sentí tenso. Pero no fue por el viaje sino por algo propio mío. Me sirvieron mucho las técnicas que aprendí como el tema de la respiración y la información sobre la seguridad del avión. Tuve la sensación de que el avión no se movía y estaba quieto en el aire, por eso todo fue mucho mejor de lo que esperaba”.
Pablo: “En general estuve bastante tranquilo durante este vuelo. Todo lo que aprendimos me ayudó. Manejé bien la previa para llegar bastante relajado al viaje, sin tomar ninguna medicación, algo que para mí ya es un avance. Me focalicé en otra cosa: jugar, escuchar música o buscar otro foco de atención me sirvió. Llegué a disfrutar del vuelo”.
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Marisol: “El viaje fue muy bueno, una experiencia inolvidable para mí después de 20 años sin volar. Pude poner en práctica las herramientas que nos dieron en el curso como escuchar música y concentrarme en eso. En especial durante la turbulencia, cuando hice las técnicas de relajación con respiración profunda guardando el aire y largándolo lento. Lo pasé bárbaro y disfruté mucho de haber logrado viajar”.
Andrea: “El vuelo estuvo bien, siento que fue exitoso. Fui con los nervios controlados. Hubo turbulencias pero supe manejarlo bien. Puse en práctica todo lo que aprendí en el curso, relajarme y respirar al despegar o mirar un punto fijo”.
«Estamos muy orgullosos de haber podido ser parte de este proceso de aprendizaje, que los acerca a una, valga la redundancia, “realidad más real” por sobre una “realidad más mental”. A nuestro querido grupo solo me queda recordarles una frase, no mía, sino de alguien mucho más inteligente llamado Leonardo Da Vinci: “El día que hayas probado volar, caminaras la tierra con tus ojos mirando al cielo. Porque allí has estado y allí ansiaras regresar”, reflexionó el Lic. Nicolás Machín, que además de psicólogo es piloto privado.
Es probable que no volvamos a viajar otra vez todos juntos. Pero de algo estoy segura: el recuerdo de esta experiencia maravillosa volará con cada uno de nosotros cada vez que nos subamos a un avión.
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