Claudia Levín viajó por primera vez a los 30 años. Su segundo viaje fue diez años después y desde ese momento, quedó con mucho miedo. Las dos veces voló por Aerolíneas Argentinas: en 2009 viajó a Cataratas del Iguazú y en 2019 a Punta Cana. Unos meses después de llegar del viaje, se anotó en el curso Animate a volar de Aerolíneas Argentinas.
Si se le pregunta por el momento del vuelo que le produce más ansiedad y le genera mayor temor ella contesta: “Todos. El despegue, el aterrizaje, el vuelo en sí”.
De hecho, unos días antes de viajar, ya se sentía aterrorizada. “Cuando volé a Cataratas, la primera vez que viajé en avión, fue todo normal, hasta miré por la ventana y todo. En cambio, cuando volé a Punta Cana, fue terrible. No paré un solo segundo de pensar que iba a ocurrir alguna desgracia. Cualquier ruido, cualquier movimiento, la luz del cinturón de seguridad, todo me alarmaba”, sintetizó Claudia.
¿Qué cambio en estos 10 años?
Por empezar, su primer viaje lo hizo con su esposo; ya en 2019 eran tres, su esposo, ella y su hijo. Además de que el vuelo fue más largo: de Buenos Aires a Iguazú hay 1 hora 55 minutos de ida y 2 horas de vuelta; mientras que para Punta Cana, el vuelo es de 8 horas.
“En mi primer viaje no sentí miedo; era algo nuevo. Tampoco lo pasé bomba, pero fue bastante relajado. El segundo vuelo fue todo diferente. Cuando llegué al aeropuerto me agarró taquicardia, tuve 3 horas de espera, cuando estaba por subir al avión e iba por la manga, yo pensaba, quién me mandó a estar acá, si yo podría estar en mi casa calentita, durmiendo”, compartió.
Y agregó: “Todavía no había despegado el avión y ya muchos dormían. Otros estaban con el celular, la tablet; y yo que no podía con mi alma pensando en esas 8 horas de vuelo que me esperaban”.
Apenas empezó el avión a carretear, Claudia se agarró fuerte de su esposo y de su hijo. “Ellos estaban muy tranquilos; yo, temblaba, lloraba y siempre pensando esto no va a elevarse, es muy pesado, apenas levante vuelo se cae…También, en el ascenso, sentí como que el avión se frenaba y pensé, listo acá morimos todos”, relató y aseguró que fueron las peores horas de su vida.
En Punta Cana logró relajarse. Tenía programado pasar 10 días en familia, a puro relax. “Ya en el día 5 empecé a pensar en la vuelta, que me había tomado la pastilla para relajarme y no tenía otra. El día del vuelo, no tuve otra idea que tomar vino y fue mucho peor. Se me movía todo. En el único lugar donde me sentía segura era en el baño del avión”, contó.
Durante la pandemia, a pesar del miedo que le generan los aviones, hubiera dado cualquier cosa por viajar. “Tengo miedo absoluto al avión, pero me subiría a cualquier avión y volaría hasta el infinito y más allá”, escribió en abril, cuando recién comenzaba la cuarentena en Buenos Aires.
También, participó de muchos vivos y charlas de pilotos, para poder aprender un poco más sobre aviación. Así su próximo viaje, se parece más al primero que al último. Que así sea.
«Listo, acá morimos todos» Jajajajaja totalmente. Me pasa en todos los vuelos. Y eso del avión que parece que se detiene… ufff… es como si de pronto se apagaran los motores y decís «Listo, caemos en picada». Y la otra que yo hago es mirar las turbinas esperando que una estalle porque seguro no la revisaron bien.
Qué tortura volar LPM.