Este viaje no fue como otros viajes. Es la primera vez que no miro el mapa de los asientos, busco información del avión o incluso del aeropuerto. Me lo propuse como un desafío más ya que para superar el miedo en algún momento hay que animarse a ¨dejarse llevar¨ y confiar. Confiar en que los aviones son seguros, tal como leo y escribo una y otra vez, y confiar en que yo puedo hacerlo, sin tantas condiciones o información del vuelo.
Fue así que el martes llegué al aeropuerto de París, Charles de Gaulle, a las 5.50 am para tomar el avión de las 7.55 am rumbo a Venecia (AF1126). No es que no me haya preguntado en algún momento: ¨¿Es necesario ir en avión a Venecia?¨ Pero me pareció una aventura, además de que había una súper promo, obviamente, al momento de planificar el viaje.
Es increíble la cantidad de gente que vuela, cada día. Se estima que son 100 mil personas, en todo el mundo. Pero cuando vas a un aeropuerto importante como la estadística tiene rostros de gente que vuela por trabajo, gente que vuela por placer, gente que viaja para visitar a su familia.
Volviendo al vuelo que iba a tomar, seguí mi costumbre de embarcar última y ahí pude darme cuenta que el asiento 24 del Airbus 319 no era en el ala como imaginaba, sino…la última fila. ¡Tantas veces buscando mapas de asientos en Seat Gurú para mí o para la gente que viene al curso y pregunta para terminar en el lugar que todos des-recomiendan! Y aquí va otro aprendizaje: en un vuelo corto, no pasa nada si viajás en el fondo. No se reclina y bajás sin duda último, eso es todo.
Ya con el cinturón ajustado, todavía no había puesto mi teléfono en modo avión y se me cruzó por la cabeza si el aeropuerto tendría ILS para despegar por instrumentos, porque la pista era pura niebla. Nuevamente en modo Zen, dejé pasar la tentación para no googlearlo, aunque confieso que descarté que sí tendría ya que es un aeropuerto enorme.
Empezó el carreteo, en medio de la neblina, pero ya podía verse la pista y algo más. Y comenzó a ascender. Fue ahí que me di cuenta que me había olvidado de llevar chicles para evitar que se me tapen los oídos: lo resolví haciendo esos movimientos ridículos que me enseñó una vez un otorrinolaringólogo y yo tuve que contener la risa.
Parecía magia pero en unos minutos el avión pasó las nubes y todo el vuelo fue a través de un cielo azul. Hubo algo de turbulencia pero me imagino que iba a ser leve porque los tcp siguieron sirviendo las bebidas.
Como me había animado nuevamente a la ventanilla (donde se iba a sentar mi hijo mayor), pude sacar fotos, filmar, mirar por la ventana y ver mi cara reflejada en el vidrio. Pude mirar el cielo y pensar estoy a 10.000 metros sin sentir que se me duermen las piernas. De hecho, podría asegurar que lo sentí como algo normal. Y por supuesto, se me escaparon algunas lágrimas, las mismas que se me escapan cada vez que vuelo o cada vez que alguno de ustedes lo hace y nos escribe. ¿O acaso no es genial mirar para atrás y sentir que estás siendo una mejor versión de vos mismo?
De pronto, de nuevo las nubes, la neblina y el aviso de que estábamos por aterrizar. Tuve que contenerme para no aplaudir, pero se ve que a los franceses no les gustan los aplausos. Igual me saqué las ganas y al bajar, le dije al piloto ¨good flight¨, para la próxima lo aprendo a decir en francés. Hace unas semanas no tenía idea si quiera que existía el aeropuerto Marco Polo, un aeropuerto súper moderno en la ciudad de Tessera, de donde salen los vaporetos para llegar a Venecia.
Una vez más lo había logrado, pero esta vez sin tantos requisitos. Al salir del aeropuerto, como hacía mucho frío, busqué mi campera, una que me compré en Londres. Me di cuenta que la había dejado en el café del aeropuerto. Era una de esas que se hacen bolsito, una amiga me prestó la suya y quise tener una mía, justamente para cuando viajo.
Por suerte conservé el ticket de pago y me contacté con la gente del local, que me dijeron muy amablemente que la encontraron. Me falta saber cómo hacer para que la campera llegue del aeropuerto de París a Buenos Aires. Pero como en todo este itinerario, estoy aprendiendo a que este viaje me lleve a mí.
