Me encantaría decir que ayer estaba desbordante de alegría porque tenía que tomar un vuelo de más de 14 horas, pero siempre fui honesta en este espacio y lo cierto es que cuando iba al aeropuerto de Fiumicino, en Roma, miraba por la ventana y pensaba: «¿Tendré la misma suerte que a la ida o se me hará insoportable el viaje? ¿Se puede retroceder en este proceso y volver a tener el miedo que tenía hace unos años?»
Pero no se debía sólo al avión: supongo que llegar al fin de este viaje tan soñado y esperado durante tanto tiempo me puso un poco en “modo nostalgia”. Esto sumado a que, como decimos muchas veces, tal vez nunca se supere por completo el miedo a volar sino que aprendamos a volar sin miedo, que no es exactamente lo mismo.
Claro que cuando llegué al aeropuerto, tuve para distraerme: entre el check in en el mostrador de Aerolíneas Argentinas y migraciones estuve una hora y 15 minutos. Es decir, apenas tuve tiempo de ponerme perfume en el freeshop (en este viaje probé Chanel) para después ir a cambiarme al baño en la sala de pre-embarque (yo estaba vestida de invierno y viajaba para el calor, así que me había llevado en la mochila una remera y un sweater de hilo).
Antes del despegue
Ya estaban empezando a embarcar los pasajeros de Business y las familias con chicos. Como hago siempre: esperé a subir última. Fue ahí que no pude con mi genio e hice un comentario cuando el coordinador de vuelo (o despachante, no tengo la certeza, pero es quien trabaja en el aeropuerto) le dijo a la tripulante de cabina que me recibió: “Qué ganas de quedarme en el avión, viviría arriba de un avión”. O algo así. Mi reacción fue inmediata: le mostré el pin (de Miedo a los aviones) y le dije que estaba superando mi miedo a volar. Enseguida la tripulante me preguntó en qué asiento estaba, después de decirme que no tenía de qué preocuparme y que ella adoraba volar. ¡Me encanta escucharlo!
Al llegar a mi asiento, saludé a los otros tripulantes del vuelo AR 1141 y me dijeron que me estaban esperando. Sí, la TCP que me había recibido ya les había avisado que la pasajera del 38 B tenía miedo a volar. De hecho, se presentó la comisario de a bordo, Jimena Magariños, y me explicó que ellos siempre se avisan entre sí cuando alguien les dice que tiene fobia o miedo a volar.
Durante el vuelo, me levanté dos veces para ir a hablar con los tripulantes que estaban en el galley. Me habían invitado a acercarme cuando no estuvieran ocupados y por supuesto, cuando no estuviera la luz del cinturón encendida. La comisario me contó que vuela hace 20 años y que ama su trabajo. También en un momento mientras alternaba entre mirar mi serie descargada en el celular, mirar películas (sólo vi una completa, “Nadie nos mira”) y observar el mapa en la pantalla del asiento para ver por dónde íbamos, se me acercó Jimena y me prestó una revista de moda, que me leí de pé a pá. (Sí, ya sé, dudé sobre si prender la luz individual o no, pero al resto se lo veía muy dormido…)
Porque debo confesar que no pegué ni un ojo. Apenas dormí algún que otro rato. Y sí, hay que decirlo: el viaje es largo, muy largo. ¿O acaso estamos acostumbrados a estar sentados en el mismo asiento durante tantas horas?
Por eso en el aeropuerto me llamó la atención al ver tanta tripulación (yo le decía a mi familia que por mí, que vayan 50 TCP y pilotos por vuelo, ¡mejor que sobren!): pero había al menos 4 pilotos. Según me contó Jimena, al ser un viaje largo y además cruzar varios husos horarios, los pilotos y la tripulación hacen varios turnos… Es decir, se turnan para descansar.
Otro dato que desmitifica la idea que yo tuve alguna vez en la que me imaginaba al piloto bostezando, mientras miraba el mapa y pensaba: todavía me falta la mitad del viaje.
Para no extenderme demasiado, hice acrobacia visual (sí, ejercicios extraños con los ojos) para mirar la pantalla y evitar ver la línea que decía “Roma – Buenos Aires y el tiempo que faltaba”. Si me preguntaran, yo pondría una opción. Algo así como: ¿Te gustaría saber cuánto tiempo de vuelo te queda o preferís sorprenderte cuando el comandante anuncie que está iniciando el descenso?
El mapa en cambio, que antes jamás miraba, lo puse varias veces, sobre todo para confirmar eso que se explica en el curso sobre el cruce del océano: que se hace por la zona más angosta para tener aeropuertos alternativos durante toda la ruta.

Y aunque se hizo esperar, el descenso llegó y tuvimos un aterrizaje perfecto. Y así, en unas horas volví a superar mi propia marca: a la ida fueron 12 horas y a la vuelta fueron al final un poco menos de 14. Tuve como un bonus track: el avión estaba programado para llegar a las 4.40 am y llegó a las 4.12.

Mil cosas se me pasan por la cabeza. Pero principalmente una idea que me estuvo revoloteando en mi cabeza antes de empezar este viaje. Según un artículo que publicó CNN en 2016, es más probable ser asesinado por un compañero de trabajo (9 en 1 millón) que morir en un accidente aéreo (1 en 14 millones). Así que quizá, antes de cada vuelo, debamos empezar a pensar que vamos a tener la suerte de estar durante esas horas, en uno de los lugares más seguros del mundo.
Hola Caro , llegó el final del viaje y superarse cada prueba con honores !! Veo q volviste con Jime!! Te tocaron dos Jimenas una de ida ( yo ) y otra de vuelta !! Me alegro mucho q todo haya salido más q bien ! Te mando un besote y a pensar en el prox vuelo!! 🙂
Hola! Muchas gracias! Estos vuelos quedarán para siempre en mi memoria, igual que ustedes. Se nota que aman lo que hacen! ❤️ Ojalá las cruce en otro vuelo!!! Abrazo
Bravo Carola!!!!! en abril haré mi segundo viaje, por Aerolineas argentinas a conocer la bella italia, asi que hare ese mismo trayecto que describiste tan bien,…. yo también peleo con mis miedos a las alturas.. de tanto leerlos,voy dándole batalla. mi primer viaje fue en 2017 a conocer la España…este es el segundo y espero me vaya tan bien como el primero, y como tus vuelos.
Te leo siempre.
Graciela, de General pico La Pampa
Qué lindo! Después contanos cómo te fue! Saludos