El sábado 30 un grupo de personas con temor a volar, que había hecho unos días atrás un curso para superar el miedo, tuvo la oportunidad de hacer un vuelo de bautismo, cortesía de JetSmart Argentina.
Organizado por Miedo a los Aviones, que dicta cursos para afrontar el miedo a volar, fue el primer vuelo de este tipo desde que comenzó la pandemia.
El vuelo WJ3600 partió de Buenos Aires rumbo a Posadas a las 14:11 y arribó a las 15:54. El grupo, que contó con la asistencia del equipo de Miedo a los Aviones y la psicóloga Lic. Nicole Harf, especialista en trastornos de ansiedad y ataques de pánico, se encontró en Aeroparque tres horas antes del despegue.
También, acompañó al grupo Pablo Kornzaft, de Desde El Patio, referente y experto del mundo aeronáutico.
Luego de hacer el Check in, en planta baja, se dirigieron a un espacio cedido por Aeropuertos Argentina 2000, para poder hacer “la previa”. Esto incluyó, una presentación corta de cada integrante, una charla de los organizadores y un ejercicio de relajación, que habían aprendido en el curso del 2 de Octubre.
Pero no todas las personas estaban por subirse por primera vez a un avión, como fue el caso de Nancy y de Graciela, el resto ya había volado y de hecho, en el caso de algunos, volaban con relativa frecuencia –hasta el inicio de la pandemia- pero lo hacían con mucha ansiedad y si podían evitarlo, lo hacían.
Por decisión de las organizadoras, el grupo embarcó luego del resto de los pasajeros, para reducir el tiempo en el avión; unos minutos antes del despegue, se sorprendieron cuando escucharon el anuncio del comandante Nicolás Botana, más largo que el convencional y luego de dar la bienvenida a los pasajeros, explicó cómo iba a ser el vuelo, cómo eran las condiciones meteorológicas y cómo iba a ser el aterrizaje en el destino, donde había pequeños focos de tormenta pero para la hora del aterrizaje ya habría pasado.
Apenas inició la carrera de despegue, Graciela, de 62 años, que había postergado este momento durante toda su vida, y que iba sentada en la ventanilla comentó “esto es hermoso, no sé por qué tenía tanto miedo”. “Fue una experiencia genial. Me ayudó muchísimo. Me sentí contenida y lo más importante, pude viajar con mi hija”, destacó la repostera, que ahora sueña con poder conocer Ushuaia y, también, alguna vez, viajar a París.
Su hija, Andrea, de 44, que voló en dos oportunidades, también hizo el curso e hizo el vuelo de bautismo. “Me inscribí porque pensé que me iba a ayudar a superar el miedo al ser compartido en grupo, con personas que les pasa lo mismo que a mí. El resultado fue tal como lo pensé. Estoy feliz de haber logrado volar sin estar paralizada. Pude caminar hacia la parte trasera del avión y hasta ir al baño con el acompañamiento de alguien del equipo, que me guió. No lo podía creer”, expresó Andrea, que es directora de un jardín de infantes.
Al llegar a Posadas, el grupo fue recibido por María, de JetSmart, que les hizo una pequeña guía por el aeropuerto y les entregó los boarding pass para el regreso, en 30 minutos.
No faltaron las selfies en la terraza del aeropuerto (buscar nombre) con el avión de JetSmart en la pista, ni los llamados a familiares, que esperaban ansiosos saber cómo había sido la primera parte de la experiencia.
Al mismo tiempo, Nancy, comerciante de 44 años, confesó que tomó la decisión de hacer el curso y de unirse al vuelo de bautismo, porque se sentía muy frustrada de seguir negándose a hacer viajes familiares, que exigieran subirse a un avión. “Me preocupaba saber cómo me iba a sentir adentro de un avión. También, cómo sería el despegue. Pero lo viví mucho mejor de lo que me imaginaba. Volar en grupo me ayudó muchísimo, todos estábamos en la misma situación y si en algún momento alguien del grupo se sentía un poco más ansioso, teníamos al grupo para contenernos, sin sentirnos que estábamos haciendo el ridículo o pasar vergüenza. Eso sí, jamás tuve sensación de estar encerrada, que era mi peor miedo”, describió.
“Tenía mucha intriga de cómo iba a ser y si me iba a animar a subir al avión. Pero el resultado superó ampliamente las expectativas que tenía. Hasta logré hacer cosas que ni me imaginaba como caminar por el avión y hasta ir al baño. Creo que eso es lo que logra un viaje grupal, pude expresar mis preocupaciones y mis miedos, y fueron comprendidos y fundamentalmente no minimizados”, relato Eugenia, estudiante de derecho, de 30 años, que también planea seguir volando y conocer alguna vez Italia y Francia.
Al embarcar para el regreso, en el vuelo WJ 3601, de las 16:31, la tripulación les dio la bienvenida, mientras que el comandante nuevamente hizo un anuncio especial. A su vez, las tripulantes de cabina, Marcia, Eugenia, Fernanda y Belén invitaron al grupo a conocer más del avión, ver el galley y hasta les mostraron qué hacer en caso de quedarse encerrados en el baño, algo que preocupa a alto porcentaje de personas con miedo a volar.
“Este miedo es difícil de afrontar en la medida que al subir a un avión la persona siente que pierde el control absoluto, ya que no tiene posiblidades de bajarse; en el curso para superar el miedo nosotros desarrollamos el aspecto central del miedo de cada uno y proponemos una jerarquía de tareas para comenzar a trabajar el mismo estando en tierra. Luego, en el vuelo de bautismo, llevamos a la práctica todo eso ya ejercitado. Por ejemplo, en el caso de Eugenia, que no podía abrir los ojos, ni girar el cuello y mucho menos levantarse de su asiento, y pudo hacerlo y hasta caminar por el avión en pleno vuelo”.
“Por otro lado, saber que uno no está solo, no solo desde el punto de vista del grupo, sino con la contención del personal aeroportuario, los pilotos, la tripulación y de Carola, que se recuperó de la fobia, hace que sea un escenario muy favorecedor de los afrontamientos”, agregó la psicóloga.
Al aterrizar, los aplausos al piloto y a la tripulación se hicieron escuchar fuerte. Pero también los aplausos fueron para el grupo: para las que volaron por primera vez después de postergarlo toda la vida y para quienes se propusieron viajar mejor, sin tanto sufrimiento.