El miedo al virus puede devenir en un estado subjetivo de ansiedad relativamente normal en esta circunstancia para la mayoría. Sin embargo, algunos estilos de personalidad y trastornos psiquiátricos preexistentes se acoplan casi a la perfección al control de la higiene, los registros de zonas seguras de circulación y la garantía de que toda la familia está en casa, y por lo tanto, accesible.
Así, personas ansiosas, con tendencia a transformar eventos en catástrofes, son las primeras en cumplir con las medidas de aislamiento antes de que se hubiera declarado obligatorio. Este tipo de personas siempre actúa como si se estuviera viviendo una catástrofe por lo que son muy proclives a llevar a cabo los procedimientos para entrar/salir de las casas, los cuidados para ingresar alimentos a los hogares y atender a todas las recomendaciones tendientes a prevenir los contagios.
La causa principal es que está evitando enfrentar los miedos. Una persona que le tiene al avión, por ejemplo, si no vuela, no tiene miedo. En el trastorno de ansiedad generalizado la gente se preocupa por todo: por la salud, la economía, la seguridad. Probablemente, al estar adentro, la expone a menos a algunas de todas las preocupaciones. Obviamente, si fuera el caso de una persona que está con problemas económicos, no poder trabajar o que su esposo o su hijo no trabajen, podrían generarle preocupación. Pero muchas preocupaciones que están afuera, al estar adentro de casa, se produce una sensación de «acaracolamiento» , un entorno mullido en el que se está seguro.
Otro aspecto importante respecto al comportamiento vinculado a la salud se relaciona con cuánto la persona percibe que lo que ocurre, en este caso la salud, depende de sí misma o depende de otras variables que están fuera de su control. Así, las creencias acerca del destino, entendido como un poder sobrenatural que guía la vida humana a un fin no escogido, así como la comprensión de Dios como quien rige nuestra vida (y no la propia responsabilidad) pueden llevar a los individuos a minimizar el aislamiento obligatorio. Muchos líderes religiosos han explicitado la necesidad de respetar las medidas sanitarias de cada país ya que en algunos países se llevaron a cabo movilizaciones masivas para orar en locaciones religiosas. También es importante considerar que las instituciones religiosas proveen a los individuos de un tejido social y el respeto por el aislamiento supone esa pérdida.
Asimismo, el miedo influye en las creencias de las personas y las tiñe: muchas veces actuamos en base a intuiciones y a sesgos no muy racionales. Así, la cantidad de información que los individuos consumen incide en la percepción de lo real del peligro y de su peligrosidad. En un breve artículo del New York Times escrito por Jane Brody se cita a David Ropeik quien hace referencia a cómo la percepción de universalidad del coronavirus, la globalización de la información y la alteración de la vida de las personas hacen que las mismas tiendan a consumir información. Hace referencia a que “nuestro cerebro está ansioso por darle mayor peso al coronavirus, desafiando nuestra capacidad de reconocer que la mayoría de las personas en realidad enfrentan un riesgo menor”. Consecuentemente, la información consumida le da sentido al comportamiento de aislamiento social pero genera, al mismo tiempo, estrés con el riesgo de transformarlo en crónico.
*Nicole Harf es psicóloga y se especializa en trastornos de ansiedad y fobias