Paola Abalone tiene 44 años y es médica laboral. Hace unos días regresó de su viaje a Puerto Madryn.
Hacía 4 años que no volaba, ya que su viaje anterior en avión había sido en un vuelo de bautismo, junto a 20 personas más, cortesía de Latam.
Al preguntarle si llegó a cancelar muchos planes debido a su miedo a volar, la respuesta es un sí rotundo. Y como le gusta mucho viajar, esto es lo que más le pesó: perderse de conocer muchos lugares.
Además de haber hecho el curso en 2019 y luego el nuevo curso en 2023, Paola hace terapia.
«Lo que más me preocupaba era sentirme encerrada en el avión», relató. También le preocupaba el despegue: «Desde el momento que se cierran las puertas fue muy difícil, lo mismo el despegue. Pero me descargué la canción de Diego Torres «Hoy soy mejor que ayer» e hice lo posible para ganarle a la ansiedad».
Otro momento en que se sintió muy ansiosa fue camino al aeropuerto. Y también antes de embarcar.
«Los días previos estuve muy obsesionada con el vuelo. Prácticamente no pude dormir. Por momentos sentía mucha ansiedad y por otro momentos unas ganas insdescriptibles de que llegue el día para conocer Puerto Madryn», relató Paola que unos días antes se fue a desayunar a Aeroparque a ir poniéndose en «modo avión» y vio despegues y aterrizajes.
El día llegó pero no como lo había imaginado. A las 2 am recibió un correo de Flybondi cancelando el vuelo. Para muchas personas con ansiedad o temor a volar esto podría ser interpretado como «una señal para no volar». Lejos de pensar de ese modo, Paola analizó la situación y tomó una decisión: había recorrido un largo camino para llegar a ese momento, atravesado muchos nervios, mucha ansiedad. No iba a cancelar su sueño. Se sentó en la computadora y buscó pasajes en otra línea aérea. Consiguió un pasaje desde Ezeiza a Puerto Madryn por Aerolíneas Argentinas para ese mismo día al mediodía y sin dudarlo lo emitió.
Eligió sentarse en el asiento del medio de la fila de 3, con la idea de poder conversar con los compañeros de asiento y distraerse. «Me tocó una señora inglesa que no hablaba español. Por suerte el señor que estaba junto a la ventana era de Rawson y conversamos algo, cuando estábamos aterrizando».
«Lloré de emoción. El vuelo fue fantástico, llegamos en 1 hora y media y la sensación fue como si el avión no se hubiera movido. No tuvimos nada de turbulencias».
El regreso fue bastante diferente. Con menos ansiedad previa.
Igual que a la ida, en su celular ya tenía descargada su música preferida y algunas películas.
Le pregunté qué le hubiera gustado hacer diferente, ahora que logró volar. «No haberme preocupado tanto», respondió.
«Me ayudó muchísimo sentirme contenida y saber que esto no solo me pasa a mí; de los cursos me ayudó aprender más sobre la ansiedad, sobre los aviones y la meteorología, escuchar los testimonios de otras personas y seguir las publicaciones en Instagram».
Y como algo que siempre se recomienda es seguir volando, en la medida de lo posible, Paola ya tiene nuevos destinos en la mira: «En Carnaval voy a viajar a Córdoba y el siguiente viaje seguramente será Mendoza».