Gustavo Cejas, de 34 años, volvió hace unos días a Buenos Aires en un vuelo especial. Así se llaman los vuelos autorizados para el regreso de argentinos que se encuentran en el exterior del país y que se enmarcan dentro de los “corredores seguros”, establecidos por el Poder Ejecutivo, que establece que por día pueden ingresar un máximo de 700 personas mediante transporte aéreo.
En 2018, Gustavo se había ido a vivir a México donde abrió una pizzería en el barrio de Benito Juárez. Pero tras la pandemia, tomó la decisión de regresar: quería estar en su casa, en su barrio, en su país.
No era un vuelo fácil: su familia quedaba en México. Él es el único que tiene visa para ingresar a los Estados Unidos y los 4 vuelos especiales que había para regresar a Buenos Aires, pasaban por Miami.
Por eso, a través de la agencia Clipper Viajes, reservó dos pasajes: primero, en un avión de Aeroméxico, de México a Miami, y después tomó un vuelo de Aerolíneas Argentinas, de Miami a Ezeiza (Buenos Aires)
Es inevitable preguntarle cómo es volar en un vuelo especial. ¿Lo recibieron en el aeropuerto personas vestidas de astronauta para tomarle la temperatura? ¿Le mandaron indicaciones con requisitos especiales para ingresar al avión?
“No, no recibí ningún mail con instrucciones para viajar. De hecho, en el tramo de México a Miami, lo único fuera de lo habitual fue que me hicieron completar un formulario donde debía especificar si tenía algún síntoma (de covid-19), firmarlo y entregarlo”, explicó Gustavo Cejas.
El formulario podía completarlo online y básicamente, además de responder si tenía algún síntoma, tenía que responder si había estado con alguna persona diagnosticada con Covid-19. Luego, en el embarque, debió entregar el formulario y ahí le tomaron la temperatura.
“En el aeropuerto de México, hay un 30% de locales cerrados. Pero hay restaurantes abiertos, el freeshop está abierto. También, en la sala de pre-embarque había asientos en los que no se podía sentar; salvo las familias que sí podían sentarse en asientos contiguos. Casi todos estaban con tapabocas, yo además del tapabocas, viajé con guantes”, señaló.
La nueva normalidad en los aeropuertos
Muchos de los que no estuvimos en aeropuertos o en lugares con mucha afluencia de público, tenemos la fantasía de que ver a todos con barbijos podría ser impactante. Pero Gustavo lo explica de otro modo: “Estamos todos tan acostumbrados a la sana distancia, así se lo llama en México, a la obligatoriedad del tapabocas, que más nos llama la atención los que no lo tienen puesto”.
Ya en el avión, escuchó las instrucciones de seguridad, que habitualmente se comparten, y no observó ningún movimiento o procedimiento fuera de lo normal.
“La verdad me pareció más normal de lo que pensaba; pasaron tantos meses, creo que a uno le llama la atención alguien que no tiene tapabocas y no quien lo lleva puesto; que las azafatas o que el comandante tuvieran tapabocas te indica más seguridad inclusive”, agregó.
En el aeropuerto de Miami prácticamente no había movimiento. Llegó al mediodía y no recuerda haber visto algún local abierto. Tampoco le tomaron la temperatura al llegar, pero sí al embarcar, al vuelo de Aerolíneas Argentinas.
“En el aeropuerto vi un grupo de adolescentes que estaban vestidos tipo astronauta que también estaban esperando las maletas. Posiblemente era ropa descartable que se usa como protección y también cubre zapatos que luego descartarían”, relató Gustavo Cejas.
Ya en la fila para embarcar, se presentaron dos personas, aparentemente personal de salud, y le entregaron cuatro formularios de declaración jurada que debía completar.
Tanto en el vuelo de Aeroméxico y de Aerolíneas Argentinas, estaban las revistas de las líneas aéreas (algo que se había discutido de eliminar, por la cantidad de gérmenes que se encuentran habitualmente en sus páginas).
“El vuelo salió a las 8 y a las 9.30 AM nos trajeron una especie de vianda, con un sándwich de jamón y queso, aderezos, una manzana chica, un jugo chiquito, una barra de cereales y café o gaseosa. Fue lo que más me sorprendió porque hasta que aterrizamos a las 17.30 no nos dieron más nada”, compartió Gustavo.
Si algún lector va a tomar un vuelo especial, quizá sea recomendable llevar en la mochila o bolso de mano algún snack, en especial si se viaja con niños.
“Al bajar en Ezeiza fue impactante ver el aeropuerto vacío. Sólo había un vuelo, el nuestro. Antes de llegar a migraciones, había personas con mameluco tomando la temperatura y gritando que respetáramos la distancia”, describió.
Luego, el personal de Migraciones, le solicitó uno de los formularios que había completado, le pidieron datos como el nombre de la persona que lo iba a hospedar, el correo electrónico y se retiró del aeropuerto, junto a su hermana que lo fue a buscar.
El mundo cambió tanto en estos meses que muchos pensamos –yo, incluida- que tomar un avión podría ser una experiencia del tercer tipo. Al menos la experiencia de Gustavo fue tipo…siempre, salvo por los barbijos, la ausencia de locales abiertos y la toma de temperatura.