Fernanda Spinelli, de 52 años, voló en uno de los primeros vuelos especiales, en junio, después de quedarse varada en Estados Unidos durante 90 días.
No fue su primer vuelo. En total, ella estima que voló casi 20 veces. “Yo había viajado a San Juan de Puerto Rico; también estuve unos días en Miami, visitando unas amigas y la pandemia me agarró en Miami. No pude regresar a Puerto Rico, ya que mi vuelo de regreso a Buenos Aires era desde Miami. Así que me quedé ahí, consulté con el consulado argentino en Miami y me informaron sobre los vuelos humanitarios que saldrían desde Miami”, explicó Fernanda.
Después de 3 meses varada, el 4 de junio logró volver en un vuelo de Eastern Airlines. “Desde que ingresé al aeropuerto, todo fue muy ordenado y tranquilo. La línea aérea también estaba muy organizada. Nos tomaron la temperatura y nos midieron mediante el dedo el índice de oxígeno en sangre”, relató.
Al subir al avión, no les dijo a las azafatas que tenía miedo a volar. “Tengo miedo a volar pero no lo comunico. Trato de resolverlo sola y pienso en lo lindo que es llegar al lugar deseado. El deseo es más fuerte que el miedo pero reconozco que sí, obviamente me da miedo volar”.
A diferencia de otros pasajeros que volaron por otras líneas aéreas, en este vuelo hubo servicio de comida. Primero, les sirvieron un desayuno, luego el almuerzo y más tarde, un snack.
La emoción de volver a casa
“Realmente volé tranquila. Una vez que subí al avión lo único que me importaba era llegar. Si bien la pase muy bien los tres meses que estuve en Miami porque estaba en casa de mi amiga de toda la vida, en algún punto quería llegar a casa. Las ganas de viajar siempre están y van a seguir estando”, reflexionó Fernanda.
Por suerte, durmió casi todo el viaje. Porque el avión no tenía pantallas de entretenimiento. “Me desperté dos horas antes de llegar a Buenos Aires. Si no hubiera dormido, el viaje se me hubiera hecho mucho más largo sin poder escuchar música ni ver películas”.
Aunque fue su primer vuelo en el contexto de la pandemia, ver a los tripulantes o pasajeros con tapabocas no fue algo que le generara más estrés. “Todos los pasajeros cumplieron con el protocolo, todos tenían tapabocas y algunos además usaban guantes”.
Mientras espera que pronto se pueda volver a volar, Fernanda está maravillada con su nueva adquisición: un tatuaje con un avión. “Este tatuaje es muy significativo para mí. Siento amor por volar, más allá del miedo”.