Karla había decidido nunca más subirse a un avión. Hasta que surgió la posibilidad de visitar a su hermana, en Estados Unidos. Desde ese momento, empezó a buscar ayuda para superar el miedo.
Karla de Villanueva, de Perú, tiene 45 años y es educadora de nivel inicial. Hace un mes viajó a Indialantic, en Florida, Estados Unidos, a visitar a su hermana. No fue su primer vuelo. De hecho, asegura que viajó másde 11 veces. Sin embargo, cuando se confirmó el «viaje de hermanas», ella sintió que se aflojaba toda. En su último viaje había jurado que jamás se volvería asubir a un avión.
Fue su hijo mayor quien le habló de la comunidad en Facebook de Miedo a los Aviones y enseguida se contactó con nosotros. “Qué agradable poderme contactar con personas que tienen experiencias similares. Tengo terror de subirme a un avión. En Perú, no hay talleres. Sería muy bueno que se hiciera uno acá”, fue lo primero que nos escribió.
Le aconsejamos “llenarse” de herramientas para viajar más tranquila. Además, Karla fue a una psicóloga, buscó información en Internet sobre la seguridad de los aviones, conversó con amigas que adoran viajar y así logró sentirse preparada.
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De sus viajes anteriores, tiene muchas anécdotas para compartir. Todas reforzaron durante años su miedo a volar. Como la vez queviajaba junto a un hombre, de aspecto fornido, que con solo verlo le trasmitió seguridad. “De pronto empezaron las turbulencias. Automáticamente miré a mi lado y me encontré con que el hombre grandote parecía un gato prendido con una mano al asiento de adelante y con la otra se agarraba del techo. Enseguida pensé, estoy sola y traté de ser valiente”, recordó Karla.
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En otro viaje, ella viajaba con su esposo. Atrás había un chico bastante maleducado que durante todo el viaje hizo enojar a sus padres. “Eso me fastidiaba un poco pero al final no era mi problema. La cosa cambió cuando de pronto empezó a saltar y decir se va a caer el avión, se va a caer el avión. Me sentí petrificada, no quería ni respirar para que no se moviera mi pecho al hacerlo, no me atrevía a girar mi cabeza para decirle que se callara, aunque en realidad hubiese querido darle un palmazo. Mi esposo me hablaba y yo no le contestaba. Fueron como 20 minutos en ese plan, hasta que aterrizamos”, relató Karla.
Rumbo al encuentro familiar
Hasta que llegó el viaje a Florida. Los días previos al vuelo fueron de muchos nervios y ansiedad, pero por suerte pudo dormir.
Al subir al avión, siguió al pie de la letra algunos consejos que le habían dado: por ejemplo avisarles a las azafatas que tenía miedo.
“Durante el despegue me sentí más tranquila. Me encomendé a Dios como de costumbre y me dejé llevar. Recuerdo que cerré los ojos y pude sentir mi sonrisa que se empezaba a dibujar en mis labios”, comentó.

Hablar con los tripulantes le sirvió mucho, incluso en un momento de turbulencias, se animó a preguntarle a un tripulante que justo pasaba por el pasillo si sabía si iban a seguir las turbulencias. “Ella con mucha amabilidad y una sonrisa en sus labios me dijo no pasa nada con la turbulencia señora, no se preocupe”, relató Karla.
La respuesta de la tripulante la hizo sentir más segura. “A la hora, volvió a pasar la azafata. Se me acercó y me preguntó si me sentía mejor. Eso me pareció muy gentil de su parte”, agregó.
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El resto del vuelo pudo disfrutarlo. Logró comer, aunque no pudo dormir.
A la hora de distraerse durante el vuelo, optó por utilizar la pantalla de entretenimiento a bordo: “Miré película tras película, todas comedias o románticas. La música en cambio no me funcionó mucho”.
Al llegar al último día de las vacaciones, directamente trató de olvidarse por completo de que tendría que subirse a un avión nuevamente. “Disfruté mucho de mis hermanas y de mis sobrinos. También, de los aires de otro país”, concluyó.
Por el momento, no tiene otro viaje programado, tampoco un lugar donde sueña viajar. Los recuerdos con sus hermanas son suficientes para revivirlos una y otra vez.
