Carla Zumpano, de 37 años, volvió recién de su viaje a Orlando. Aunque por momentos sintió mucha ansiedad, logró cumplir su sueño de llevar a su hijo, Joaquín, de 9 años, a Disney. Y claro que esto no es poca cosa.
En total, tenía que tomar 4 aviones: de Buenos Aires a Lima, de Lima a Orlando; de Orlando a Lima y Lima a Buenos Aires. Viajó por LATAM y cada vez que se subía a un avión trató de avisarles a las tripulantes de cabina (TCP) que tenía miedo a volar.

En abril había hecho el curso. Su preocupación más grande eran las turbulencias.
Los días días previos no pudo dormir nada. Cada dos horas, se despertaba pensando en el viaje. Sus compañeros de trabajo se daban cuenta al verla entrar cada mañana y le decían “seguro que no dormiste otra vez”. Para esos momentos de ansiedad, se descargó el audio de relajación guiada del curso y asegura que le sirvieron.
Hasta que llegó el gran día. El vuelo salía a las 3.55 am, pero estaba tan nerviosa que no pudo comer nada a la noche.
Ir al aeropuerto es para Carla uno de los momentos más difíciles del viaje. “Cuando llegó la hora de partir al aeropuerto, me encerré en el baño y lloré con todas mis fuerzas. Después, me lavé la cara y me despedí de mi mamá. En el auto sonaba Luis Miguel, pero yo estaba en otra. Mi papá se dio cuenta y me dijo Hoy ni te importa Luismi”, nos contó.
Al llegar a Ezeiza, se encontró con su amiga y su nieto, con quienes iban a viajar, y fueron a hacer la fila para el check in. Carla asegura que si en ese momento le hubieran hecho un electro cardiograma, el pico hubiera llegado al máximo.
“De pronto llegó el momento de la despedida. Lo saludé a mi papá con muchos nervios pensando qué pasaría si esa era la última vez que los veía. Pero me dijo que disfrute y que me olvide de todo”, comentó.
El corazón volvió a palpitar fuerte cuando empezaron a embarcar. “Cada vez que mi hijo me miraba yo trataba de poner una sonrisa camuflada. Pero el corazón iba a mil. Me puse el rosario que llevé durante todo el viaje y después de que habló el piloto, el avión se empezó a mover. Entonces, como soy un poco caradura, miré al señor del asiento de al lado y le dije que tenía miedo a volar, si no me daría la mano en el despegue”.
El señor le dio la mano no sólo en ese momento sino también cuando hubo turbulencias y en el aterrizaje. También, hizo ejercicios de relajación en varios momentos del vuelo.
Aterrizaron en Lima y de ahí debían tomar otro avión rumbo a Orlando.
“En el segundo tramo, no sentí ni el despegue ni el aterrizaje. Fue un sueño el vuelo. Y eso que yo me había asustado un poco al ver que los pilotos eran muy jóvenes. El vuelo fue el sueño de toda persona que tiene miedo al avión”.

El regreso en cambio, fue bastante «movido» en el primer tramo. Pero la tripulación estuvo muy pendiente de ella, que les había dicho que tenía miedo, y hasta le ofrecieron té de manzanilla. “Me hubiera gustado que el piloto avisara cuando íbamos a pasar por una zona de turbulencia, pero no; solamente se prendía la luz del cinturón de seguridad. Igual, como iba en uno de los asientos de atrás, me tranquilizaba darme vuelta y mirar a las azafatas. Me decían que respirara hondo, que ya iba a pasar”.
Solo quedaba un último vuelo, en un 737. Cuando estaba por embarcar, tuvo un ataque de pánico. Pero trató de calmarse y logró subir al avión y preguntarle a los tripulantes cómo iba a ser el vuelo. “La tripulante de cabina me preguntó si tenía miedo y le dije que sí, enseguida me dijo que me quedara tranquila, que no iba a sentir nada. Y así fue”, recordó.
“El cielo estaba muy despejado y dicho y hecho, no sólo no sentí nada sino que pude dormir casi todo el vuelo».
Al preguntarle qué cosas la ayudaron en los momentos de mayor ansiedad, Carla no duda y menciona el audio de relajación y también dejar la pantalla en el mapa con la ruta del avión para ver por dónde iban.
«Lo que aprendí de esta experiencia es que pude animarme y decir yo puedo llegar a destino sin que me pase nada. Igualmente, creo que el próximo vuelo va a ser distinto porque ya tengo esta primera experirencia y sé que no pasa nada», reflexionó.
Ahora, sueña con conocer México. También con volver a Orlando para cuando cumpla 40. No queda otra para superar el miedo que enfrentar la ansiedad que genera volar. Y no quedan dudas de que Carla está decidida a hacerle frente.